Una imagen me persigue. No sé su nombre, ni siquiera de dónde es, pero me lastima todo su sufrimiento demasiado pesado para su frágil figura y la pequeñez de su corta edad.
La descubrí buscando apoyo visual para una información que denuncia el millón de niñas que se ven obligadas a trabajar en México y no pude evitar, de golpe, el terrible contraste.
Hoy a las 7 de la mañana, entró a mi casa la primera llamada telefónica para saludarnos a mi tía y a mi por el Día Internacional de la Mujer, en el camino hacia el trabajo fueron vecinos, conocidos y hasta desconocidos los que me hicieron sonreír al agradecerles el saludo; ni hablar del telecentro donde los varones nos están preparando una sorpresa que ya no es tan sorpresiva porque es costumbre recibir el homenaje de nuestros compañeros cada 8 de marzo.
Son las 9 de la mañana y ya he recibido además cinco SMS por el mismo motivo, pero ahora mismo me pregunto si en este instante, esa muchachita estará otra vez con la azada, bajo.-sabe dios que otra clase de presión.- en un esfuerzo cruel por arar la tierra, en vez de estar en sentada en un aula aprendiendo a resolver las primeras cuentas y a desentrañar los misterios de la ortografía y composición.
En México son un millón, pero la Organización Internacional del Trabajo contabiliza hasta 100 millones de niñas trabajadoras en el mundo en condiciones de peligro para su salud y seguridad y me pregunto hacia dónde van sus pensamientos, sueños, fantasía mellados por la dureza de la vida y por la falta de voluntad para solucionar problemas como ese a los gobiernos de esos países.
A esa edad yo soñaba con el cumpleaños de mi muñeca Margot que celebraría con mis amiguitas el domingo, o en correr para ver los muñes favoritos en la TV, o en que llegara la mañana siguiente para ir al zoológico…pero tuve la suerte de nacer en Cuba, un país que desde 1959 trajo la luz y la esperanza a no solo las niñas y las mujeres, sino a todo un pueblo.
Yo no conocí el antes, pero sí el presente y el después y por eso aún en la madurez de mi vida y de mi carrera me duelen tanto imágenes y realidades como la de las niñas trabajadoras de las que quizás ni la mitad lleguen a regocijarse un día cuando el esposo, el hijo, el vecino o sencillamente un hombre que pase a su lado les diga un 8 de marzo: Felicidades por el Día Internacional de la Mujer.
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