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martes, 8 de marzo de 2011

Ni mujer, ni día, ni felicicidad ...

Una imagen me persigue. No sé su nombre, ni siquiera de dónde es, pero me lastima todo su sufrimiento demasiado pesado para su frágil figura y la pequeñez de su corta edad.

La descubrí buscando apoyo visual para una información que denuncia el millón de niñas que se ven obligadas a trabajar en México y no pude evitar, de golpe, el terrible contraste.
Hoy a las 7 de la mañana, entró a mi casa la primera llamada telefónica para saludarnos a mi tía y a mi por el Día Internacional de la Mujer, en el camino hacia el trabajo fueron vecinos, conocidos y hasta desconocidos los que me hicieron sonreír al agradecerles el saludo; ni hablar del telecentro donde los varones nos están preparando una sorpresa que ya no es tan sorpresiva porque es costumbre recibir el homenaje de nuestros compañeros cada 8 de marzo.
Son las 9 de la mañana y ya he recibido además cinco SMS por el mismo motivo, pero ahora mismo me pregunto si en este instante, esa muchachita estará otra vez con la azada, bajo.-sabe dios que otra clase de presión.- en un esfuerzo cruel por arar la tierra, en vez de estar en sentada en un aula aprendiendo a resolver las primeras cuentas y a desentrañar los misterios de la ortografía y composición.
En México son un millón, pero la Organización Internacional del Trabajo contabiliza hasta 100 millones de niñas trabajadoras en el mundo en condiciones de peligro para su salud y seguridad y me pregunto hacia dónde van sus pensamientos, sueños, fantasía mellados por la dureza de la vida y por la falta de voluntad para solucionar problemas como ese a los gobiernos de esos países.
A esa edad yo soñaba con el cumpleaños de mi muñeca Margot que celebraría con mis amiguitas el domingo, o en correr para ver los muñes favoritos en la TV, o en que llegara la mañana siguiente para ir al zoológico…pero tuve la suerte de nacer en Cuba, un país que desde 1959 trajo la luz y la esperanza a no solo las niñas y las mujeres, sino a todo un pueblo.
Yo no conocí el antes, pero sí el presente y el después y por eso aún en la madurez de mi vida y de mi carrera me duelen tanto imágenes y realidades como la de las niñas trabajadoras de las que quizás ni la mitad lleguen a regocijarse un día cuando el esposo, el hijo, el vecino o sencillamente un hombre que pase a su lado les diga un 8 de marzo: Felicidades por el Día Internacional de la Mujer.

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