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jueves, 19 de noviembre de 2009

Las proezas de Elpidio

Vivir 109 años es una proeza, mantener la salud a tan provecta edad; otra, y una tercera lograr lo anterior rodeado del afecto de familiares, amigos y vecinos.

Tal es el caso de Elpidio Ramírez Londres, que a su fortaleza física añade un fino sentido del humor, ingrediente necesario, según algunos, para una larga vida.


A quienes este 16 de
noviembre concurrieron a felicitarlo, les recomendó que se cuidaran, y no cometieran ningún disparate: “Me gustaría verlos el año próximo, cuando celebre los 110”, les dijo.

La vivienda del 15 Sur, entre 7 y 8 Oeste, en la ciudad de Guantánamo, sirvió de escenario al homenaje que rindieron al anciano guantanamero en esa cuadra, aderezado con la presencia de muchos familiares que se encontraban fuera de la localidad, y que en ocasiones como esta siempre se esfuerzan por visitarlo.


Por supuesto que era imposible reunir en tan poco espacio a toda su descendencia: ocho hijos, 79 nietos, 141 bisnietos, decenas de tataranietos y seis choznos (nietos de los bisnietos), pero acudieron a celebrar el onomástico sus hijos Máximo, que con 80 años, es el mayor de los varones, Eugenia (77), Valerio (75), Mistel (63) y Antonio 58.


Excluimos de la relación de los llegados a Tomasa, que con sus 84 abriles cumplidos es la Primogénita y estuvo impedida de asistir a la celebración por el fallecimiento de una hija; a Candita, que vive en Cienfuegos, y a Silvia,
porque no se separa de su padre: es quien lo atiende.

Ella, que hace dos años rebasó la frontera de los 60, declara que el autor de sus días apenas da trabajo:

“Se vale por sí solo y tiene la mente muy clara”.
La benjamina del centenario narra que este pudiera estar mucho mejor de salud, pero tropezó en el baño y se dañó un ojo con el trapeador, debido a lo cual se sometió a una intervención quirúrgica y perdió parcialmente la vista.

“En la mesa de operaciones mantuvo su presión arterial correcta”, precisó. Silvia indica que a pesar de esa limitante sigue bañándose solo. Agrega que cuando por alguna razón está muy complicada en la cocina y no ha terminado el almuerzo a la hora acostumbrada, él no reclama la demora, sino que se acuesta y duerme un rato.

“Cuando ya está puesta la mesa, lo llamo. Se levanta y almuerza”.

Sin dudas, la calma y el carácter jovial forma parte de un estilo de vida que le ha deparado el privilegio poco frecuente de transitar por tres centurias: las decimonovena, vigésima (iniciada en 1901) y vigésimo primera o actual
.

El anciano atribuye su longevidad a la sana vida del campo, al trabajo (laboró 40 años en un aserrío), al amor que siempre lo ha rodeado y a la ingestión de un traguito de vez en cuando, costumbre que le vimos ejercitar varias veces durante el cumpleaños.

Este hombre de origen campesino nació en Veguita del Sur, en Imías, donde 65 años después de su venida al mundo, la Revolución construyó el renombrado viaducto La Farola.


Reza una tradición que los nacidos con el siglo están destinados a vivir 100 años. Sea exacta o no, Elpidio la ha superado con creces, para satisfacción propia y de sus seres queridos.

(Este trabajo es del colega Pablo Soroa, corresponsal de la AIN en Guantánamo)

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