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jueves, 6 de enero de 2011

6 de febrero: nace un mito, un hombre

A Camilo Cienfuegos se le recuerda con la jovialidad y la bravura que le hizo merecedor de un título: El Señor de la Vanguardia.

Nació el 6 de febrero de 1932 en el seno de una familia humilde, en una barriada pobre de La Habana; veintisiete años después, el 28 de octubre de 1959, entra a la historia como el más grande jefe guerrillero de la Revolución cubana, el hombre de confianza de Fidel Castro en los momentos difíciles de la guerra y el luchador abnegado que hizo siempre del sacrificio un instrumento para templar su carácter y formar el de la tropa.
Luego de conjurar la traición de Hubert Matos en el legendario Camagüey, donde escribiera tantas hazañas con su columna durante la invasión a occidente, Camilo desaparece en el mar a bordo de una avioneta azotada por una fuerte tormenta, cuando intentaba regresar a la capital del país.
Toda Cuba lloró al Héroe de Yaguajay, quien practicaba la lealtad como una religión, tanto hacia Fidel como a su pueblo. El Comandante Ernesto Che Guevara, su jefe y compañero en la invasión, lo describía así: “En su renuevo continuo e inmortal, Camilo es la imagen del pueblo”.
Camilo es uno de los sobrevivientes del desembarco del Granma, luego en la Sierra Maestra y en los llanos de Oriente, a golpes de audacia y valentía se gana el respeto y el cariño de sus compañeros. Su personalidad marca a todos los que le rodeaban.
Llega el 21 de agosto de 1958, el Comandante en Jefe Fidel Castro le tiene asignada una importante misión: La invasión a occidente. El ya también Comandante Camilo Cienfuegos parte con su columna hacia Pinar del Río cual émulo de los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo durante las primeras guerras libertarias.
En su diario, Camilo subraya una misiva enviada a Fidel con fecha 9 de octubre de 1958: “Para comenzar le diré que desde que salimos de la zona de Cauto hemos caminado sin descansar una sola noche, cuarenta jornadas, muchas de ellas sin prácticos en la costa sur por orientación y brújula por guía, el viaje por esta zona fue desastroso, durante quince días marchamos con el agua y el lodo hasta las rodillas, cada noche evadiendo emboscadas y tropas situadas en los cruces que debíamos hacer.

“En treinta y un días que demoró el viaje por la provincia de Camagüey, solamente comimos once veces, siendo esta la primera zona ganadera de Cuba, después de cuatro días sin probar alimentos tuvimos que comernos una yegua, la mejor de la ya nuestra caballería.
“Tengo seguridad que llegaremos a Pinar del Río, los hombres estamos decididos, en ningún momento flaqueó la voluntad ni el ánimo, cuando más era el hambre, el sueno, el peligro, más decididos estaban”.
Este era el espíritu de sacrificio, el patriotismo de Camilo y su tropa, que asediados por centenares de soldados bien armados que contaban con aviones, tanques y carros blindados, recorrieron parte de la provincia de Oriente, todo Camaguey y llegaron a Las Villas con sólo tres bajas de la tropa rebelde, haciendo realidad una de los más grandes triunfos en el orden militar revolucionario.
En Las Villas, tanto las fuerzas de Camilo como las del Che, libraron importantes combates con las fuerzas del régimen de Batista, quien al ver que el triunfo del Ejército Rebelde era cuestión de días, abandonó el país con sus principales cómplices y se refugiaron en los Estados Unidos.
El 2 de enero de 1959 Camilo llega a La Habana y su aguerrida tropa toma a Columbia, principal bastión militar del dictador Fulgencio Batista. La Revolución había triunfado. Luego alcanza a Fidel que marchaba al frente de la Caravana de la Libertad hacia la capital del país, adonde llegan el 8 de enero.
Desde la desaparición de Camilo, en Cuba y en muchos lugares del mundo, cada 28 de octubre los ríos y costas se llenan de flores como gesto de recordación al valiente guerrillero, de quien dijo Fidel: “No tenía la cultura de los libros, tenía la inteligencia natural del pueblo que lo había elegido entre miles para ponerlo en el lugar privilegiado a donde llegó con golpes de audacia, con tesón, con inteligencia y devoción sin pares”.
Así era el Comandante de la barba espesa, la sonrisa eterna y el sombrero alón, el Señor de la Vanguardia.

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