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lunes, 22 de marzo de 2010

El día en que la tierra rugió en Guantánamo

La tarde del 20 de marzo de 2010, vivirá por siempre en mi memoria y en la de muchos de mis coterráneos, me atrevo a decir. Fue el día en que un rugido jamás experimentado despertó primero la sorpresa y luego el temor al sentir cómo el piso se movía bajo mis pies y los diferentes objetos de la casa amenazaban con caerse. Eran las 2:08 minutos.

Mi primer instinto fue ponerme de pie y mirar hacia el techo, confieso que pensé que se derrumbaría sobre nuestras cabezas y sin pensarlo dos veces me dirigí hacia el primer cuarto donde mi hijo reposaba la siesta, sin embargo, ya él estaba parado debajo del marco de la puerta. Con el pánico en mi rostro miré hacia atrás para comprobar que mi tía me seguía y mi hijo adivinando que pretendía meterme en la habitación (pensé que era donde debíamos refugiarnos porque juro que imaginé que no tendríamos tiempo de ganar la calle) me toma por el brazo y me lleva hacia el corredor.

Espantada, si espantada, vi a todos mis vecinos en la calle, algunos implorando misericordia la cielo, otros arrodillados, algunos llamando a gritos a los que se quedaron rezagados en el interior de las viviendas, otros mudos de la incredulidad…yo me puse instintivamente la mano en el pecho y comencé a llorar.

No me avergüenza reconocerlo, tuve un ataque de llanto.

La gente se movía de un lado a otro y minutos después, ya más calmada luego de un vaso de agua y una tableta de clordiazepoxido, intenté llamar a mi familia en Santiago de Cuba porque supuse que si en Guantánamo se había sentido de esa manera el temblor, ¡cómo habría sido en allá, una ciudad acompañada por el mito de que su destino final será el “ser tragada” un día por la Fosa de Bartle!, pero nada…luego quise comunicar con mi centro de trabajo para ver qué información tenían al respecto, igual resultado; las líneas estaban colapsadas.


Todavía estábamos en medio del comentario cuando sentimos una réplica, para ese entonces, ya muchos se trasladaron con lo imprescindible a cuestas hacia la plaza Pedro Agustín Pérez, un espacio abierto, como mismo recomendaba la nota que transmitía la colega Mabel Pozo desde la emisora CMKS.

Literalmente remolqué a mi tía hacia el interior de la casa para preparar una mochila con medicamentos, ropa interior, sábanas, toallas, una muda de ropa de nosotros cuatro (mi primo aún sin aparecer), botellas con agua…Seguía tratando de comunicarme infructuosamente mientras sudaba copiosamente por lo que decidía darme un baño (el más rápido que me he dado en toda mi vida) y mientras hablaba con mi vecina Lidia, la otra réplica, fuerte, ruidosa, escalofriante…


Pero ya había recuperado el control sobre mi misma y le di órdenes precisas a mi tía, mi hijo y mi primo que llegaba- ¡al fin!- a quien el sismo de 5.6 en la escala de Richter sorprendió pedaleando por las calles y “no sintió nada…”


Vi el jeep que maneja mi vecino José Angel parqueado afuera y le pedí que me llevara hasta Solvisión porque en medio de toda la confusión y el temor, sabía también que además de proteger a mi familia, tenía otro deber por cumplir. Se me erizó la piel al ver a tanta gente afuera de sus casas y ya en el reparto Caribe, específicamente en la plaza Mariana Grajales, en las inmediaciones de mi centro de trabajo, cientos de guantanameros acampaban.


Llegué y ya mis compañeros Isaac, Singh Castillo, los “dos Mejías” y la joven Yoanna estaban en función de trabajo; recorriendo cámara en mano la ciudad y municipios como Caimanera y Niceto Pérez, haciendo pases a la televisión nacional para informar a la población, la directora y la jefa del departamento informativo pendientes al más mínimo detalle, atendiendo las llamadas que entraban de todos lados, yo me senté en mi departamento frente a mi computadora.


Comencé a publicar en nuestro sitio las primeras informaciones, los guantanameros que viven fuera de Cuba estaban en Facebook ávidos por saber, sin contar los emails que llovían y entre alguna que otra llamada a mi casa, un sorbo del café que Lázaro el administrador y Yuber el cocinero prepararon, la actualización constante y el mensaje de aliento a los que desde Dinamarca, Finlandia, Venezuela, los Estados Unidos, España y muchos otros países, no podían comunicar con sus familiares acá, llegué a mi casa pasadas las 10 p.m.


Me acosté cerca de la media noche, aconsejé a los míos que durmieran “con ropa” y en medio de tanta tensión, la angustia de no saber si habrían otras réplicas durante la madrugada, me acosté aliviada porque al fin supimos de mi primos y mi tía en Santiago, donde tampoco hubo pérdidas humanas, porque a pesar de que los guantanameros jamás habíamos experimentado un sismo de esa magnitud, y sin apartar el espanto, hubo disciplina y mucha colaboración, pero también, la sensación de satisfacción conmigo misma por haber ayudado a través de mi trabajo, a que otras personas en el mundo también pudieran dormir o descansar con la cabeza más tranquila al saber de los suyos en Cuba.

8 comentarios:

Unknown dijo...

Hola Elayne, yo que siempre me siento cubano y amo a Cuba, me preocupo por todo lo que le pase a mi isla, que bastante tiene con las criticas injustas del exterior. Siento el susto que habeis padecido y te envio mis mejores deseos. Besos solidarios de este canadiense que os admira.

Unknown dijo...

Jorge, gracias un millón...

Anónimo dijo...

Mi niña, den gracias a dios que solo fue nun susto y no fue ni la chancla de lo que pasó en haití, chile y otros países, pero si creo que deben prepararse, o sea que la gente sepa bien que hacer en estos casos.
Suerte.

Nohelia

Anónimo dijo...

Debemos pedir mucho al Señor para que no sigan las desgracias...

Armando López dijo...

Leer tu crónica es como vivir esos momentos terribles, soy de la Habana y me enteré por el noticiero, tengo amistades en tu tierra y no pude hablar con ellos hasta la madrugada, me solidarizo con ustedes

Ana Carolina dijo...

Mi querida amiga,

Con estupor supe la noticia por teléfono a través de un amigo, aquí los medios hispanos solo publicaron una nota alusiva al evento. La desesperación por saber de los míos y mi pueblo me tuvo muy angustiada hasta que tuve noticias de ellos gracias a otra amiga que me comunicó con ellos.

He podido sentir en carne propia a través de tu crónica el terrible momento por el que atravesaron.

Gracias a la cultura que tenemos los cubanos aprendida a lo largo de los años ante enventos naturales el pueblo fue disciplinado y siguió las orientaciones de la Defensa Civil.

Recuerdo la tragedia humana de nuestros hermanos Haitianos, reciente aún.

Que Dios bendiga y proteja a nuestra tierra!!

Unknown dijo...

Caroline, se que tu corazón está con el nuestro, gracias mi amiga y no te preocupes que todo está en calma, tranquilos como decimos nosotros y tomando conciencia de las medidas en caso que se repitan...Espero que no...!!!

Anónimo dijo...

COMPARTO CONTIGO TU CRONICA PORQUE ASI FUERON ESOS ANGUSTIOSOS MOMENTOS, DE TODAS MANERAS HABERLOS VIVIDO AYUDAN A COMPRENDER MEJOR LO SUCEDIDO EN HAITI.
ESPARAMOS POR OTRAS CRONICAS QUE NO TENGAN NADA QUE VER CON SISMOS EN NUESTRA TIERRA.